domingo, febrero 05, 2006

Balaguer: ¿Antihaitiano o patriota?


El problema de la inmigración haitiana, aunque quisiéramos ignorarlo es como una piedra en el zapato.
Por: Belarminio Ramírez Morillo
Ahora cuando la República Dominicana ha sido condenada en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, el tema haitiano ha sido puesto una vez más en la agenda del debate nacional. El problema de la inmigración haitiana, aunque quisiéramos ignorarlo es como una piedra en el zapato. No hay forma de ocultarlo ni de ignorarlo. Es una realidad con la que tenemos que convivir y a la que debemos buscar alternativas para enfrentar de forma pacífica y civilizada. El momento es oportuno para enfocar el tema desde una retrospectiva histórica, a fin de que la juventud conozca importantes acontecimientos acaecidos en el pasado. Los sucesos acaecidos en 1937 cuando por órdenes del dictador Rafael L. Trujillo fueron asesinados varios miles de haitianos, y la República Dominicana fue sancionada por la Organización de los Estados Americanos, pusieron al régimen de entonces en una situación vulnerable en el contexto de las relaciones internacionales. Esa matanza fue un acto de brutalidad y barbarie que no tiene justificación alguna en un mundo moderno y civilizado. Aunque hay que reconocer, que ese acontecimiento detuvo por décadas la migración de los nacionales haitianos hacia el territorio dominicano. Todo acontecimiento histórico, por muy negativo que sea, tiene algo de positivo, y la parte positiva de esa tragedia injustificada fue que sirvió de muro de contención para detener por unas cuantas décadas la ola migratoria de la población haitiana hacia territorio dominicano. Ese acontecimiento ha gravitado desde entonces en la conciencia colectiva de la sociedad haitiana. Pero, si la migración haitiana hacia territorio dominicano hubiera mantenido un curso normal al experimentado hasta 1937, al día de hoy, la República Dominicana hubiera perdido su base de sustentación cultural, debido a una serie de elementos que esbozó Balaguer en 1945, y que es apropiado su mención en la actual coyuntura, debido a que estamos inmersos en un escenario similar. En la carta informe enviada por Balaguer al comité de colombianos interesados en evaluar la situación política de la República Dominicana, ofreció una ilustración que siete décadas después no pierde vigencia. El doctor Balaguer sostuvo que: "En los últimos años ese problema ha adquirido proporciones catastróficas. Haití ocupa, en el territorio de la isla que es de poco más de 70,000 kilómetros cuadrados, una porción que asciende a 28,000 kilómetros. Su población alcanza ya a más de cuatro millones de almas, casi todas de raza puramente africana. El suelo, eminentemente montañoso, ha perdido gran parte de su capa vegetal por efecto del cultivo realizado en forma rudimentaria y a causa de las erosiones. La tierra es insuficiente, por todos conceptos para alimentar esa población que es exageradamente prolífica tanto porque el haitiano se reproduce con enorme facilidad como porque el nivel de vida de las grandes masas de ese país es esencialmente primitivo." Continua su enfoque del modo siguiente: "Las poblaciones haitianas, por una razón biológica, tienden fatalmente a desplazarse sobre el territorio dominicano que es mucho más rico, mucho más llano, mucho más extenso que el suyo. La falta de un tratado de fronteras, instrumento que el Presidente Trujillo logró hacer firmar por Haití en 1935, facilitó grandemente esa penetración indeseable. En el momento en que se suscribió ese acuerdo, fruto de largas y penosas negociaciones, había en el territorio dominicano más de 400,000 (cuatrocientos mil) haitianos, masa cuya densidad iba creciendo de manera alarmante". Si en 1935 la sociedad dominicana estaba amenazada por la presencia en su territorio de 40,000 haitianos, ahora, a principios del siglo XXI, cuando la población haitiana en territorio dominicano sobrepasa los dos millones de personas, sin tomar en consideración a los miles de haitianos nacidos en nuestro territorio. Es necesario reconocer que una parte de los descendientes haitianos se han mezclado con nuestra raza y nuestras costumbres, y por tanto, no se le considera como tales. De ahí que la situación que en 1937 fue catalogada como preocupante, en la actualidad merece ser calificada como grave y alarmante. Debemos reconocer, como señala Manuel Núñez, que, "ser dominicano no es, pues, un asunto jurídico sino cultural. Legalizar toda esa inmigración sería desmembrar la soberanía nacional. Sería, en otras palabras, repartir nuestros derechos a gobernarnos, a vivir en nuestra geografía, a fomentar nuestras riquezas entre una población que no comparte nuestra lengua, ni nuestra cultura, ni nuestra memoria, ni nuestras aspiraciones. Dicho en pocas palabras: se estaría cometiendo una traición al ideal que decidió la fundación de la República en 1844, precisamente para liberarnos de la presencia haitiana. Esta es una, entre otras, de las manifestaciones de la traición de los intelectuales". Balaguer después de exponer el problema de la densidad poblacional en el vecino país, señaló las consecuencias negativas que reviste la migración para la sociedad dominicana. ¿Cuáles eran las consecuencias de ese estado de cosas? La República Dominicana se estaba rápidamente haitianizando y el sentimiento de la solidaridad nacional se iba corrompiendo entre los habitantes de la antigua parte española de la isla. El voudou, la religión nacional haitiana, especie de animismo africano de la peor extracción, era ya también el culto preferido de toda la población dominicana radicada en las zonas fronterizas. La moneda haitiana, el gourde, había reemplazado la moneda nacional aun en los mercados del centro del país". La población campesina, continua exponiendo Balaguer, por efecto del contacto con lo peor del pueblo haitiano, iba adquiriendo costumbres tan anticristianas como la de las uniones incestuosas. Las poblaciones dominicanas, radicadas en la proximidad de Haití, las más expuestas a las influencias desnacionalizantes de nuestros vecinos, habían perdido la conciencia de la nacionalidad hasta el extremo de que aún hoy día muchas de nuestras familias mantienen en el fondo de sus corazones un increíble sentimiento de adhesión hacia la patria de Desalinees". Balaguer expuso sin rodeo el peligro que representa la migración haitiana para la permanencia de la sociedad dominicana. "La República Dominicana estaba, pues, condenada a desaparecer absorbida por Haití, raza más prolífica y homogénea que la nuestra. Varios lustros más y el país se hubiera haitianizado irremediablemente. En ese momento, Balaguer concibió el problema como resuelto, al entender que los estragos causados por los acontecimientos de 1937 frenarían las migraciones. Después de esas elucubraciones orientadas a ilustrar a los intelectuales colombianos que clamaban por la destitución de Trujillo ante el crimen cometido contra miles de haitianos, Balaguer asumió su misión del momento, y justificó una acción que desde todos los ámbitos de la convivencia humana, era injustificable. Pero hechos similares, desgraciadamente han sucedido y continúan sucediendo setenta años después en países europeos, y sobre todo en naciones del Medio Oriente que entraron en la civilización desde antes del nacimiento de Cristo. En su informe Balaguer reiteró: "Trujillo tuvo la energía necesaria para encararse al problema. Después de haber logrado que se definiera, en un tratado internacional, la línea divisoria entre los dos países, acometió una gigantesca labor de nacionalización en toda la zona fronteriza. Esa obra, eminentemente patriótica, tiende a incorporar de nuevo al patrimonio de la República, la tercera parte por lo menos de su población, espiritualmente desvinculada desde hacía más de un siglo de la heredad nacional". El análisis de Balaguer sobre el problema no significa que él fuera un despiadado o malvado, que en realidad no lo era, pero dejó claramente establecida su visión certera, objetiva y real, sobre un problema que en ese momento era incipiente, y posteriormente se ha convertido en el desafío más grande para la dominicanidad. Balaguer dijo: Para realizar esa hazaña, propia sólo de un verdadero hombre de Estado, ha sido preciso crear entre la población de las zonas fronterizas y la del resto del país la comunidad de aspiraciones, y despertar en esas comarcas el sentimiento del papel que los hombres de una misma nación están llamados a desempeñar en el mundo, la conciencia de que la patria es un patrimonio sagrado, en que los sufrimientos y las esperanzas comunes se alteran con los vínculos del suelo y con las riquezas materiales. Esa empresa equivale a fijar definitivamente la constitución histórica de la República y puede compararse, guardadas desde luego las distancias, con la que realizó Isabel la Católica para extirpar de España a la morisma y para mantener la pureza de la religión con el memorable edicto de 1492". Es importante que ahora, cuando el problema es mucho mayor, puesto que la presencia haitiana en territorio dominicano es muchas veces superior, y el estado de hambruna, miseria y desnutrición que padecen los nacionales de ese hermano país, es mucho más catastrófico, se le preste el cuidado necesario a la definición de un marco de relaciones entre ambas naciones, en donde se prevea la necesidad de preservar nuestros valores y costumbres. Debemos estar conscientes de que las autoridades haitianas en todo momento continuarán presionando a la República Dominicana por ante los organismos internacionales para que no ponga controles en la frontera, de modo que se fomente el libre tránsito y ambos pueblos queden entrelazados de manera indisoluble.Balaguer fue el único gobernante dominicano, después de Trujillo, que siempre fue coherente en torno al peligro que implica para la República Dominicana la invasión pacífica de que ha sido objeto durante casi un siglo. En todo momento, el presidente Balaguer defendió el derecho que asiste a las autoridades dominicanas de repatriar a los ilegales haitianos y establecer los controles de lugar para preservar la identidad nacional. Ese derecho les asiste a todos los Estados Soberanos y no está supeditado a diferencias raciales y culturales, sino más bien, a facultades plenas e irrenunciables de defensa de su territorio. De ahí que, la política de la República Dominicana frente a Haití no obedece ni puede obedecer a consideraciones raciales. Por tanto, el aporte intelectual hecho por Balaguer sobre ese tema, tal como señala Alba Josefina Zaiter Mejía, "adquiere significado en el pensamiento social dominicano, no sólo por haber participado en los principales acontecimientos de la historia reciente del país, sino por sustentar posiciones reflexivas en torno a la realidad dominicana y a la nacionalidad." Es interesante la acotación que hace la prestigiosa investigadora social petromacorisana, de que: "así como para el pensamiento nacionalista de los años veinte un elemento fundamental será el sentimiento antinorteamericano, durante la dictadura de Trujillo lo será el antihaitianismo." Pero, en ambos casos, es cuestión de patriotismo.